.....Ratones
Cada vez que leemos un libro roemos su alma. En cada ocasión en la cual una mole de piedra nos permite discurrir por su esencia hacemos lo mismo.
Firmin: Un tal Samuel Savage escribió la mejor historia de un ratón de biblioteca. Un poema a la literatura. Su madre -la de Firmin- era puta y borracha. Puta para sobrevivir y una coloquetas porque… ¡A ver!... ¿Quién puede soportar a trece roedores chupándole las tetas después de haber hecho la calle, el basurero y las puñeteras alcantarillas? Con trece vástagos y doce pezones al pobre Firmin, feo y contrahecho, le apartaban sus hermanos a puras ostias del néctar materno. A la sazón: Leche de Pantera, o ron con leche, kalimocho de leche, lo que fuera con leche…Dependiendo de los vómitos, residuos y basurillas varias que los humanos arrojamos a las ratas y también a otros congéneres. A sí, que a nuestro infeliz roedor no le quedo más remedio que alimentarse del lecho del nido de ratas: Un montón de roídos recortes de la mejor literatura. Firmin aprendió a leer.
Retumbó poderoso. Desde la cimera del Fontán arrancó con sordina, y en un instante cruzó el trueno la Pasada del Siete y la Forqueta del Portillín, rebotó en todas las cuerdas del corazón del macizo y amplificó su sonido que se abatió implacable sobre el vivac. Me sacudió la quimera. Pobre Firmin. Me había zampado el libro y estaba en plena ensoñación…
¡Ratabummm! Toda la potencia sónica se abatió valle abajo a embestir contra el viejo Siegalavá. Desperté. Voy a hacer una foto. Voy a liar un trujas… ¡Pobre Firmin! Llevaba un par de días enclaustrado, entiendado, atrincherado, esto último no es metafórico, al fin y al cabo vivaqueaba en el centro de mando de la segunda línea de defensa del batallón Recula, bajo Cerreos, por encima del Meicín, y aquí, hacemos un inciso:
Era el amanecer del 24 de Mayo de 1937. Las tropas del general Aranda amparadas en la oscuridad se habian deslizado por los pasillos naturales de Retuerto. Las laderas de "La Pequeña" y Cerreos estaban a punto de caer. Un miliciano más despierto o más asustado que los demás, brama alarma, el grito electriza el aire, del Tapinón al Fariñentu, de la Mesa al Fontán. Desde los pozos de tirador, las trincheras de caliza y los nidos de hormigón prefabricado tabletean las armas automáticas. Tarde... muy tarde, el cuerpo a cuerpo es inevitable. Las experimentadas tropas nacionales se llevan el gato al agua. El batallón 220, jovenes y bisoños milicianos,huye en desbandada hacía Tuiza, sólo algunos reductos resisten valerosos la embestida, entre ellos está el de mi abuelo materno, José Lopez, Teniente de marina, que pierde la vida. El 220, batallón Gordón/Ordas, recibiría desde aquel dia por parte de los propios republicanos, el sobrenombre nada épico de "Batallón Recula".
Tiempo después, en el Mazucu, el 220 defendería sus posiciones frente a las brigadas Navarras, hasta las últimas consecuencias, que podéis imaginar...
Los combates, continuaron hasta las dos de la tarde; por encima de Tuiza, a la altura de la "portiecha" se consigue frenar el avance nacional. Con gran presteza, el 224 Ladreda, y el 206 Carmenes, acuden en auxilio del 220, ambos batallones en un bravo contraataque nocturno, recuperan algunas posiciones, pero las Ubiñas caen, se desploma el frente de Pajares.
Ojalá que el baño de sangre que sufrieron nuestros montes, no se repita jamás.
Como también uno, no carece de mala leche, la tarde precedente me había zampado Los Girasoles Ciegos, espléndidamente escrita pero con argumentos manidos hasta la saciedad.
El último día de buen tiempo filmamos la Arista Oriental del Portillín. Bueno, yo la trepé, las cámaras las maneja Eduardo que se situó en la línea que recorre la paralela arista del Canalón Oscuro. Sigue estando como siempre: aérea y rota.
Un placer ver a los amigos: Elisa Villa y Pedro (Ahora de viaje por los Alpes) Sin palabras Ramón Canales acompañado de su hijo, un magnífico chaval. Ramón, autor de trazados tan bellos como La Directa de los Alleranos al Picu Valverde, siempre rematada la actividad con unos croquis para encuadrar.
Al amigo Serval y compañeros: Quizás estuve un poco parco en palabras con vosotros, más me visitaba mi costilla en aquellos instantes.
Una tarde me dicen que hay gente escalando el Primer Castillín. Por sus indicaciones sospecho que la ruta Covi/Julio. Estos días lo leo en el foropicos ¡Qué gozada!... Koky, te garantizo que con vuestra repetición la vía no tendrá más allá de media docena. Coviella: pedazo de escalador, está anclado a mi juventud y nos abrazamos entusiasmados al vernos cómo si aún tuviéramos diez y nueve años, trabaja en la biblioteca central carbayona.
A Labrouche le gusta er furbo, nos reímos un rato largo a costa del Oro de Ley http://www.foropicos.net/foro/viewtopic.php?f=6&t=19794 departiendo con Elisa.
A Manolo no le vi, pero juro que le olí…Cuando pasa Manolo la peña huele a carburo...La fricción...Como Alonso.
Isabel Franco, entrañable amiga, hermana de Rubén Franco. Rubén y Solís inspiraron a unos cuantos madreñeros la apertura hace treinta años de la que sigue siendo la vía alpina en roca más potente del macizo . Lleva su nombre, nos la dictó su muerte en el descenso de Peña vieja tras escalar el Espolón de los Franceses. Recordarlos cuando miréis a los desventíos del Fontán Norte sobre los hoyos de Cueva Palacios o al ver un viejo pitón, un universal -recogido en una última repetición del año pasado por Alvaro otro gran amigo, guía de montaña- y que ahora adorna las paredes del refugio. Lo entrañable es que Alvarito también pasó estos días por allí. Como lo hicieron viejos leones de la montaña como Varela, cuyo espléndido mapa de las cuerdas del macizo también cuelga de las paredes del Meicín evocando antiguas aventuras o Pepe Rozada rematando flecos en la instalación.
Honradamente se que esperáis un poco de acción, vamos a ello. Un día antes de retirar el valuarte amaneció un día perfecto. Mi jardín estaba esplendoroso, a lo largo de más de dos semanas procuré no maltratar ni a una brizna de hierba , ni a una sola de mis flores. Todos los días desmontaba la tienda al amanecer salvo mal tiempo. Decidí arrancar a la Integral, sin maroma. El cordal lo he realizado varias veces en solitario y muchas en compañía. Siempre con una cuerda para el Tercer Castillín. Desde mi punto de vista, personal e intransferible, sin el tercero no hay integral que valga. Ocurre, que hoy quería dar un buen paseo, y sí me escaqueaba en la tercera torre me daba lo mismo. Sin presión.Con esas premisas corté a buscar la normal de Ubiña a medio gas por encima del vivac. Cumbre que gané en hora y cuarto.
Ubiña la Grande, "La Becerra", nombrada así por los viejos pescadores de Cudillero. La marinería "pixueta" utilizaba su perfil como referente costero para la navegación. Esta mole caliza preside con su empuje y su volumen la Cordillera Cantábrica, alberga en sus laderas magníficos pastos, remata los valles de Lena y Quirós, da paso por el sur a la melancolía de la Babia; por levante, rematan el horizonte los Picos de Europa. En los grandes días la gran pirámide palentina se dibuja en el horizonte en el más bello estesudeste de la Rosa de los Vientos, y Somiedo, el reino del oso Pardo Cantábrico, cierra la caída del sol de los límpidos setiembres. Hay tres grandes en la cicatriz Cantábrica: Espigüete, Curavacas y la Ubiñona Como hay otro triunvirato en Picos. El Espi es el Picu. El Cura es el Torre y La Santa Peña del Grande, de Pedro Udaondo, sin duda es Ubiña
Otro inciso:
Si por suerte habéis disfrutado en alguna ocasión de los paisajes dolomíticos, seguro que sin esfuerzo podríais mimetizar entre esas excelsas torres a nuestra Peña Santa. Desde la Horcada Baja de los Basares a la aguja del Corpus Christi, el par de kilómetros de caliza amurallada, con sus seiscientos metros de desnivel de su pared de levante, no desmerecerían del Catenaccio e incluso la mismísima Marmolada, la querría a su vera como dama de honor.
Haciendo justicia a la imaginación trasalpina, para definir el estilo defensivo de su futbolera selección, en nuestro Catenaccio, solo apreciaron los delanteros peñalaros de las primeras décadas del pasado siglo, un par de huecos para hacerle un gol a la Peña Santa: el Desagüe, la canal que paralela a la aguja José del Prado fragmenta la pared y la propia Canal del Pájaro Negro, bautizada así, por haber encontrado en un par de ocasiones, aves muertas, probablemente cuervos, en su parte inferior.
Hasta la revolución de los ochenta, cuando se abre en 1981 por parte de los Asturianos: José Rodríguez Pereira, Miguel Rodríguez y Nacho Orviz el espléndido trazado del Rescate Emocional, La Canal; no hacía falta apellido, era la referencia máxima de la pared sur, por ende de toda la Peña y casi con seguridad, tras la Rabada Navarro, la clásica más prestigiosa de los Picos de Europa.
No podemos olvidarnos, de una de las circunstancias trágicas que rodearon a la vía y acrecentaron su fama más allá de los círculos alpinos.
Tras ochenta años de escaladas, la Peña Santa se cobra la primera víctima que no es otra que el excelente escalador leonés Hernán Llanos Balsas, Nani, que perece en la cumbre fulminado por un rayo después de haber surcado el Pájaro Negro junto a sus amigos José Luís González, Charli y Ángel Ledesma, Gelo. Era un gris atardecer del 29 de Agosto de 1974.
La mítica delantera peñalara estaba capitaneada por Enrique Herreros que acompañado de Roberto Cuñat, inician las tentativas de ascensión en el año 1933, no se tienen referencias fiables de este intento, es en la temporada siguiente y en esta ocasión es Ángel Tresaco quien relata para la revista Pyrenaica en 1952, la expedición que junto con Herreros les permite alcanzar la base de la “Losa”. Remontan la canal hasta la gruta de hielo, punto alcanzado el año anterior, desde la que y a través de un túnel de unos treinta metros ganan unas repisas bajo el “Pilar” al que bordean por su izquierda situándose bajo la “Losa”.Nuestros arietes, le han hecho “un túnel” a la Peña, pero son frenados bajo el peso de la “Losa”, que aprecian de quinto y sexto grado.
Vuelve Herreros con Juan Mato y Silverio Ronda en el año del comienzo de nuestra guerra civil, el mal tiempo frena sus intentos a la Canal aunque consiguen la primera travesía E/O de la montaña.
En el año 1945, tras el abismo (que no paréntesis) de la guerra: José María Galilea, Baldomero Sol, Valeriano Ruiz Villar y el incombustible Herreros retoman el cerco al Pájaro Negro.
Baldomero Sol, brillante odontólogo tuvo en la plantilla de su clínica a un jovencísimo Félix Rodríguez de la Fuente, antes de que éste se decantara definitivamente por el naturalismo y la divulgación.
Cuenta Herreros refiriéndose a la expedición del 45, que es su séptimo intento a la vía por lo que debemos deducir que en tres ocasiones, probablemente entre 1941 y 1944 rondó las verticalidades de la Peña.
Durante estos días de Julio que transcurren del 15 al 21, diversas vicisitudes, caídas de piedras, una retirada por la vertiente norte, afortunadamente sin consecuencias, y el hecho de no haber podido superar el escollo de la “losa”, precipitan la retirada de Herreros de la escalada de dificultad. Su propia pluma nos lo cuenta:
Horcada del Frade, aquí nos detenemos y yo me despido, sentimentalmente, de mi actividad como escalador en el sexto grado…………
Gran montañero, magnífico personaje, brillante dibujante, verano tras verano acudía a sus montañas lebaniegas, sus valles de adopción, hasta su muerte, en 1977. Fue el inolvidable inspirador de este genial trazado en su montaña más querida, Peña Santa.
La losa, un muro de una caliza franca, compacta, extraordinariamente adherente, había frenado a las cordadas de Herreros durante una década y debería transcurrir otra más, hasta que en 1956, las “Locomotoras de los Picos” Ángel Landa y Pedro Udaondo, con el relato de Tresaco en el morral hacen su aparición.
Nueve milímetros, sesenta metros, cáñamo. Nueve pitones. Nueve mosquetones.
Instauran el “hombro” en dos largos, obviando el paso espeleológico del “túnel”, situándose bajo el “pilar” que solucionan en un largo de treinta metros (A2,VI), los primeros desplomados, catalogados hoy de 6A y sin posibilidades de pitonar tras los primeros cinco metros.
Recorren la “losa” en dos largos de quinto grado, retoman la canal tras un rapel y fuerzan la “chimenea” de VI grado. Probablemente, solo el cansancio acumulado junto con lo precario del material, les puede, bajo el desplome del “diedro/fisura”.
Inician un complejo descenso, como el propio Pedro matizaría después, “más complicado que haber seguido hacia la cumbre”
Transcurridos dos años, el 19 de Septiembre de 1958, vuelven los vascos a la carga. El equipo, sensiblemente mejorado, cuenta en esta ocasión con otra cuerda de 9 mm. ¡¡¡De nylon!!! Diecisiete clavijas y sus correspondientes mosquetones, dos mazas y con seguridad, para ser usados en el “diedro/fisura” (que resultará de VI grado) un taco de madera y un par de estribos, ambos de dos peldaños, completan los pertrechos de la cordada.
Recorren la ruta y hacen cumbre en cinco horas y cuarto, en un tiempo que en nuestros días sería normal, tirando a bueno. Imaginémoslo hace 50 años. La ruta es catalogada como extremadamente difícil inferior y de nuevo otra década va a transcurrir en soledad para el Pájaro Negro.
Hasta 1967, nadie consigue hacerse con la Canal y ha de ser el propio Udaondo quien en compañía de Ángel Benito y Juan Villa se apunte la primera repetición y como no hay dos sin tres, otros tres años después, en Octubre del setenta, se anota Pedro la tercera escalada absoluta, asistido en esta ocasión por los buenos alpinistas Estanislao Rubio y Jesús Ubieta.
Afortunadamente para el repetidor de la Walker, una cordada asturiana, Rafael Muñiz y Tomás Zarracina, rompe el maleficio el día de Covadonga de 1971 y a la vez confirman la estimación de la dificultad de la Canal.
Varios factores influyen claramente en esta notable ausencia de repeticiones durante el periodo que transcurre desde la apertura en el año 58 hasta la primera repetición no-Udaondo del 71.
Sin ningún género de dudas la dificultad intrínseca de la ascensión, incluido el esforzado y complejo acercamiento, recordemos que la propia cordada Landa/Udaondo accedía, en ocasiones a la pared, desde Caín.
Unas condiciones meteorológicas especialmente duras por aquellos años, que en concreto, hicieron abortar varios intentos de notables escaladores asturianos; no olvidemos tampoco que la orientación Sur de la pared complicaba y mucho (como ocurría en el Espolón de los Franceses) la apreciación de los cambios del tiempo desde el norte y el oeste, ésta era empírica, basada en la mera observación.
Y como no, el poderoso influjo que la clásica por antonomasia, la Rabada/Navarro, ejerció entre la élite del alpinismo de vanguardia de la época a partir de su apertura en el año 1962, desviando la atención y gran parte de los esfuerzos en dirección al Picu.
El resultado fue que en 1974, año del accidente de Nani, la Canal del Pájaro Negro tenía en su haber menos repeticiones que la Rabada/Navarro, algunos de sus pasos habían alcanzado la categoría de mitos y en pura lógica, se encontraba muy poco clavada. Para muchos era un “Coco” y con razón, nadie en su sano juicio, partía al Pájaro alegremente.
Mientras tanto el Maestro en compañía de otro personaje que no le iba a la zaga, el brillantísimo escalador asturiano Jaime Álvarez, flanqueados ambos por Félix Bonales, más joven pero no menos aguerrido, asedian la pared en busca de la primera invernal. Desde el primer día de invierno oficial, Diciembre de 1973, portean material a Vega Huerta. El mal tiempo les hace desistir. Vuelven a la carga el doce de Enero y de nuevo el temporal se abate sobre ellos. Durante ese corto periodo de tiempo son conscientes de que otras cordadas maniobran por la zona, persiguen el mismo objetivo.
Por fin el 22 de Enero de 1974 ascienden por enésima vez a la Vega, atacando la pared al día siguiente.
Los largos del corredor, hasta alcanzar el hombro se hacen incómodos, esas cinco tiradas, superan en más de un tramo los 55º de inclinación, retrasando el avance de la cordada.
Los dos largos del flanqueo del hombro hasta el pilar, se encuentran tapizados de verglas, nada que el oficio de estos hombres no pueda superar.
Más limpio se encuentra el largo del pilar y las dos tiradas de la losa, pero en estos tramos expuestos al aire, es el frío, el que se hace notar, entumeciendo los músculos y agarrotando los dedos. A medida que ganan altura, sobre sus cabezas empieza a desplazarse un frente, sube la temperatura, tanto es así que de nuevo en la canal, tras efectuar el rapel, comienza a circular bajo sus pies algo de agua. En la chimenea y el diedro/ fisura, es la pesada recuperación de los macutos, la que les retrasa. Con todo, en un esfuerzo de voluntad indomable a las siete y media de la tarde, logran establecer un vivac bajo la cresta cimera.
Pasan la noche sin mayor problema y a la mañana siguiente, unos minutos antes del mediodía, ganan la cumbre de la Peña.
El descenso lo efectúan por la canal Estrecha, a la brecha norte llega Jaime dolorido, un bloque que poco antes había desprendido la cuerda, le magulla un brazo y una pierna, aunque sin mayores consecuencias. En siete rapeles se sitúan en el jou Santu, son las tres y media de la tarde y comienza a nevar. Remontan la Forcadona y se dirigen a Vega Huerta.
Acopian los pertrechos del campamento y por la canal del Perro y el Frade descienden a Vegabaño. Notable, fue la nevada que precipitó aquella noche.
La segunda invernal al Pájaro Negro, la efectúan al año siguiente Constantino Álvarez, Pablo Lavilla, Anselmo Menéndez y Claudio Sánchez, Tito. Las condiciones del hielo, les obligan ha realizar dos vivacs, uno durante el ascenso, tras el rapel de la losa, bajo la chimenea de sexto y el otro en el descenso en plena canal Estrecha, los días dos y tres de Febrero del año 1975.
Podemos concluir sin miedo a equivocarnos que al igual que Peña Santa reina en el Cornión, la Canal del Pájaro Negro, obra maestra de Ángel Landa y Pedro Udaondo, lo hizo a su vez y durante medio siglo en el reino de la dificultad técnica, en el gran macizo de poniente.
Primero en post de su consecución a través del inolvidable Herreros y más tarde y hasta el advenimiento de la goma cocida, por las cordadas que empeñando sus esfuerzos, se rindieron a su belleza y a su estilo de gran clásica alpina.
Siempre que surquemos su trazado, estaremos haciendo algo más que escalar, porque La Canal, cargada de historia, siempre será algo más que una vía.
Lo primero que sorprende al escalador, al menos por aquellos años donde las nevadas eran más copiosas, son los largos del corredor de la canal. Hoy en día para encontrar condiciones parecidas habría que efectuar la ruta en primavera. Estas tiradas, cinco con las cuerdas de la época, se efectuaban sobre nieve o hielo y solo hasta bien entrado el verano se accedía a la rimalla lateral. Era por tanto de los pocos trazados de picos donde se combinaba nieve y roca tan claramente, acercándonos de alguna manera a los soñados Alpes. Remontado el corredor, en dos largos se alcanzaba la base del Pilar a través del hombro, hoy con un largo a 60 m. de cuarto grado, solucionamos la misma maniobra. Del Pilar se salía con un par de pasos de estribos o en Aº, 6ª+, define actualmente ese paso que en una tirada de 30m escasos nos deposita en la losa, preciosa placa, cuya mayor dificultad es quinto. Justo donde esta se empina hasta desplomar, la cordada vuelve a la canal a través de un corto rapel y caminando unos metros por la misma, retoma la escalada por su muro lateral izquierdo para en una tirada alcanzar la que se denominaba chimenea de sexto.
Esta, tal parece que fue diseñada para el maestro Udaondo, los que seáis altos os daréis cuenta enseguida del porqué de esta apostilla.
Apenas podréis doblar las rodillas, actualmente está graduada de quinto a quinto+, imagino que en función de la envergadura del artista cotador.
Superada ésta (Ya veréis que resoplidos) se alcanza el que con seguridad es el largo más fuerte de la ruta, el diedro/fisura.
Retiene el largo su graduación original, 6ª en su paso de entrada, el diedro desplomado y quinto grado para la fisura que en cuarenta m. de escalada nos deposita ya, en terreno más cómodo, desde el que ganamos la cresta cimera sin dificultades reseñables.
Sobre el horario a emplear, cinco horas sería un buen tiempo. Un juego de empotradotes o friends, cintas y lazos. Doble cuerda a 60 m. Si no se anda cómodo en escalada alpina, calcular unas horas más.
Corredor de nieve, placas, desplomes, diedros, chimeneas....historia. Quizás un alpinismo que ya no se lleva o por lo menos para muchos, no está de moda. Ellos mismos. No saben lo que se pierden.
Unos cuantos amigos, cuando nos encaminamos a La Canal del Pájaro Negro, no vamos a escalar, vamos de peregrinaje.
Si por suerte habéis disfrutado en alguna ocasión de los paisajes dolomíticos, seguro que sin esfuerzo podríais mimetizar entre esas excelsas torres a nuestra Peña Santa. Desde la Horcada Baja de los Basares a la aguja del Corpus Christi, el par de kilómetros de caliza amurallada, con sus seiscientos metros de desnivel de su pared de levante, no desmerecerían del Catenaccio e incluso la mismísima Marmolada, la querría a su vera como dama de honor.
Haciendo justicia a la imaginación trasalpina, para definir el estilo defensivo de su futbolera selección, en nuestro Catenaccio, solo apreciaron los delanteros peñalaros de las primeras décadas del pasado siglo, un par de huecos para hacerle un gol a la Peña Santa: el Desagüe, la canal que paralela a la aguja José del Prado fragmenta la pared y la propia Canal del Pájaro Negro, bautizada así, por haber encontrado en un par de ocasiones, aves muertas, probablemente cuervos, en su parte inferior.
Hasta la revolución de los ochenta, cuando se abre en 1981 por parte de los Asturianos: José Rodríguez Pereira, Miguel Rodríguez y Nacho Orviz el espléndido trazado del Rescate Emocional, La Canal; no hacía falta apellido, era la referencia máxima de la pared sur, por ende de toda la Peña y casi con seguridad, tras la Rabada Navarro, la clásica más prestigiosa de los Picos de Europa.
No podemos olvidarnos, de una de las circunstancias trágicas que rodearon a la vía y acrecentaron su fama más allá de los círculos alpinos.
Tras ochenta años de escaladas, la Peña Santa se cobra la primera víctima que no es otra que el excelente escalador leonés Hernán Llanos Balsas, Nani, que perece en la cumbre fulminado por un rayo después de haber surcado el Pájaro Negro junto a sus amigos José Luís González, Charli y Ángel Ledesma, Gelo. Era un gris atardecer del 29 de Agosto de 1974.
La mítica delantera peñalara estaba capitaneada por Enrique Herreros que acompañado de Roberto Cuñat, inician las tentativas de ascensión en el año 1933, no se tienen referencias fiables de este intento, es en la temporada siguiente y en esta ocasión es Ángel Tresaco quien relata para la revista Pyrenaica en 1952, la expedición que junto con Herreros les permite alcanzar la base de la “Losa”. Remontan la canal hasta la gruta de hielo, punto alcanzado el año anterior, desde la que y a través de un túnel de unos treinta metros ganan unas repisas bajo el “Pilar” al que bordean por su izquierda situándose bajo la “Losa”.Nuestros arietes, le han hecho “un túnel” a la Peña, pero son frenados bajo el peso de la “Losa”, que aprecian de quinto y sexto grado.
Vuelve Herreros con Juan Mato y Silverio Ronda en el año del comienzo de nuestra guerra civil, el mal tiempo frena sus intentos a la Canal aunque consiguen la primera travesía E/O de la montaña.
En el año 1945, tras el abismo (que no paréntesis) de la guerra: José María Galilea, Baldomero Sol, Valeriano Ruiz Villar y el incombustible Herreros retoman el cerco al Pájaro Negro.
Baldomero Sol, brillante odontólogo tuvo en la plantilla de su clínica a un jovencísimo Félix Rodríguez de la Fuente, antes de que éste se decantara definitivamente por el naturalismo y la divulgación.
Cuenta Herreros refiriéndose a la expedición del 45, que es su séptimo intento a la vía por lo que debemos deducir que en tres ocasiones, probablemente entre 1941 y 1944 rondó las verticalidades de la Peña.
Durante estos días de Julio que transcurren del 15 al 21, diversas vicisitudes, caídas de piedras, una retirada por la vertiente norte, afortunadamente sin consecuencias, y el hecho de no haber podido superar el escollo de la “losa”, precipitan la retirada de Herreros de la escalada de dificultad. Su propia pluma nos lo cuenta:
Horcada del Frade, aquí nos detenemos y yo me despido, sentimentalmente, de mi actividad como escalador en el sexto grado…………
Gran montañero, magnífico personaje, brillante dibujante, verano tras verano acudía a sus montañas lebaniegas, sus valles de adopción, hasta su muerte, en 1977. Fue el inolvidable inspirador de este genial trazado en su montaña más querida, Peña Santa.
La losa, un muro de una caliza franca, compacta, extraordinariamente adherente, había frenado a las cordadas de Herreros durante una década y debería transcurrir otra más, hasta que en 1956, las “Locomotoras de los Picos” Ángel Landa y Pedro Udaondo, con el relato de Tresaco en el morral hacen su aparición.
Nueve milímetros, sesenta metros, cáñamo. Nueve pitones. Nueve mosquetones.
Instauran el “hombro” en dos largos, obviando el paso espeleológico del “túnel”, situándose bajo el “pilar” que solucionan en un largo de treinta metros (A2,VI), los primeros desplomados, catalogados hoy de 6A y sin posibilidades de pitonar tras los primeros cinco metros.
Recorren la “losa” en dos largos de quinto grado, retoman la canal tras un rapel y fuerzan la “chimenea” de VI grado. Probablemente, solo el cansancio acumulado junto con lo precario del material, les puede, bajo el desplome del “diedro/fisura”.
Inician un complejo descenso, como el propio Pedro matizaría después, “más complicado que haber seguido hacia la cumbre”
Transcurridos dos años, el 19 de Septiembre de 1958, vuelven los vascos a la carga. El equipo, sensiblemente mejorado, cuenta en esta ocasión con otra cuerda de 9 mm. ¡¡¡De nylon!!! Diecisiete clavijas y sus correspondientes mosquetones, dos mazas y con seguridad, para ser usados en el “diedro/fisura” (que resultará de VI grado) un taco de madera y un par de estribos, ambos de dos peldaños, completan los pertrechos de la cordada.
Recorren la ruta y hacen cumbre en cinco horas y cuarto, en un tiempo que en nuestros días sería normal, tirando a bueno. Imaginémoslo hace 50 años. La ruta es catalogada como extremadamente difícil inferior y de nuevo otra década va a transcurrir en soledad para el Pájaro Negro.
Hasta 1967, nadie consigue hacerse con la Canal y ha de ser el propio Udaondo quien en compañía de Ángel Benito y Juan Villa se apunte la primera repetición y como no hay dos sin tres, otros tres años después, en Octubre del setenta, se anota Pedro la tercera escalada absoluta, asistido en esta ocasión por los buenos alpinistas Estanislao Rubio y Jesús Ubieta.
Afortunadamente para el repetidor de la Walker, una cordada asturiana, Rafael Muñiz y Tomás Zarracina, rompe el maleficio el día de Covadonga de 1971 y a la vez confirman la estimación de la dificultad de la Canal.
Varios factores influyen claramente en esta notable ausencia de repeticiones durante el periodo que transcurre desde la apertura en el año 58 hasta la primera repetición no-Udaondo del 71.
Sin ningún género de dudas la dificultad intrínseca de la ascensión, incluido el esforzado y complejo acercamiento, recordemos que la propia cordada Landa/Udaondo accedía, en ocasiones a la pared, desde Caín.
Unas condiciones meteorológicas especialmente duras por aquellos años, que en concreto, hicieron abortar varios intentos de notables escaladores asturianos; no olvidemos tampoco que la orientación Sur de la pared complicaba y mucho (como ocurría en el Espolón de los Franceses) la apreciación de los cambios del tiempo desde el norte y el oeste, ésta era empírica, basada en la mera observación.
Y como no, el poderoso influjo que la clásica por antonomasia, la Rabada/Navarro, ejerció entre la élite del alpinismo de vanguardia de la época a partir de su apertura en el año 1962, desviando la atención y gran parte de los esfuerzos en dirección al Picu.
El resultado fue que en 1974, año del accidente de Nani, la Canal del Pájaro Negro tenía en su haber menos repeticiones que la Rabada/Navarro, algunos de sus pasos habían alcanzado la categoría de mitos y en pura lógica, se encontraba muy poco clavada. Para muchos era un “Coco” y con razón, nadie en su sano juicio, partía al Pájaro alegremente.
Mientras tanto el Maestro en compañía de otro personaje que no le iba a la zaga, el brillantísimo escalador asturiano Jaime Álvarez, flanqueados ambos por Félix Bonales, más joven pero no menos aguerrido, asedian la pared en busca de la primera invernal. Desde el primer día de invierno oficial, Diciembre de 1973, portean material a Vega Huerta. El mal tiempo les hace desistir. Vuelven a la carga el doce de Enero y de nuevo el temporal se abate sobre ellos. Durante ese corto periodo de tiempo son conscientes de que otras cordadas maniobran por la zona, persiguen el mismo objetivo.
Por fin el 22 de Enero de 1974 ascienden por enésima vez a la Vega, atacando la pared al día siguiente.
Los largos del corredor, hasta alcanzar el hombro se hacen incómodos, esas cinco tiradas, superan en más de un tramo los 55º de inclinación, retrasando el avance de la cordada.
Los dos largos del flanqueo del hombro hasta el pilar, se encuentran tapizados de verglas, nada que el oficio de estos hombres no pueda superar.
Más limpio se encuentra el largo del pilar y las dos tiradas de la losa, pero en estos tramos expuestos al aire, es el frío, el que se hace notar, entumeciendo los músculos y agarrotando los dedos. A medida que ganan altura, sobre sus cabezas empieza a desplazarse un frente, sube la temperatura, tanto es así que de nuevo en la canal, tras efectuar el rapel, comienza a circular bajo sus pies algo de agua. En la chimenea y el diedro/ fisura, es la pesada recuperación de los macutos, la que les retrasa. Con todo, en un esfuerzo de voluntad indomable a las siete y media de la tarde, logran establecer un vivac bajo la cresta cimera.
Pasan la noche sin mayor problema y a la mañana siguiente, unos minutos antes del mediodía, ganan la cumbre de la Peña.
El descenso lo efectúan por la canal Estrecha, a la brecha norte llega Jaime dolorido, un bloque que poco antes había desprendido la cuerda, le magulla un brazo y una pierna, aunque sin mayores consecuencias. En siete rapeles se sitúan en el jou Santu, son las tres y media de la tarde y comienza a nevar. Remontan la Forcadona y se dirigen a Vega Huerta.
Acopian los pertrechos del campamento y por la canal del Perro y el Frade descienden a Vegabaño. Notable, fue la nevada que precipitó aquella noche.
La segunda invernal al Pájaro Negro, la efectúan al año siguiente Constantino Álvarez, Pablo Lavilla, Anselmo Menéndez y Claudio Sánchez, Tito. Las condiciones del hielo, les obligan ha realizar dos vivacs, uno durante el ascenso, tras el rapel de la losa, bajo la chimenea de sexto y el otro en el descenso en plena canal Estrecha, los días dos y tres de Febrero del año 1975.
Podemos concluir sin miedo a equivocarnos que al igual que Peña Santa reina en el Cornión, la Canal del Pájaro Negro, obra maestra de Ángel Landa y Pedro Udaondo, lo hizo a su vez y durante medio siglo en el reino de la dificultad técnica, en el gran macizo de poniente.
Primero en post de su consecución a través del inolvidable Herreros y más tarde y hasta el advenimiento de la goma cocida, por las cordadas que empeñando sus esfuerzos, se rindieron a su belleza y a su estilo de gran clásica alpina.
Siempre que surquemos su trazado, estaremos haciendo algo más que escalar, porque La Canal, cargada de historia, siempre será algo más que una vía.
Lo primero que sorprende al escalador, al menos por aquellos años donde las nevadas eran más copiosas, son los largos del corredor de la canal. Hoy en día para encontrar condiciones parecidas habría que efectuar la ruta en primavera. Estas tiradas, cinco con las cuerdas de la época, se efectuaban sobre nieve o hielo y solo hasta bien entrado el verano se accedía a la rimalla lateral. Era por tanto de los pocos trazados de picos donde se combinaba nieve y roca tan claramente, acercándonos de alguna manera a los soñados Alpes. Remontado el corredor, en dos largos se alcanzaba la base del Pilar a través del hombro, hoy con un largo a 60 m. de cuarto grado, solucionamos la misma maniobra. Del Pilar se salía con un par de pasos de estribos o en Aº, 6ª+, define actualmente ese paso que en una tirada de 30m escasos nos deposita en la losa, preciosa placa, cuya mayor dificultad es quinto. Justo donde esta se empina hasta desplomar, la cordada vuelve a la canal a través de un corto rapel y caminando unos metros por la misma, retoma la escalada por su muro lateral izquierdo para en una tirada alcanzar la que se denominaba chimenea de sexto.
Esta, tal parece que fue diseñada para el maestro Udaondo, los que seáis altos os daréis cuenta enseguida del porqué de esta apostilla.
Apenas podréis doblar las rodillas, actualmente está graduada de quinto a quinto+, imagino que en función de la envergadura del artista cotador.
Superada ésta (Ya veréis que resoplidos) se alcanza el que con seguridad es el largo más fuerte de la ruta, el diedro/fisura.
Retiene el largo su graduación original, 6ª en su paso de entrada, el diedro desplomado y quinto grado para la fisura que en cuarenta m. de escalada nos deposita ya, en terreno más cómodo, desde el que ganamos la cresta cimera sin dificultades reseñables.
Sobre el horario a emplear, cinco horas sería un buen tiempo. Un juego de empotradotes o friends, cintas y lazos. Doble cuerda a 60 m. Si no se anda cómodo en escalada alpina, calcular unas horas más.
Corredor de nieve, placas, desplomes, diedros, chimeneas....historia. Quizás un alpinismo que ya no se lleva o por lo menos para muchos, no está de moda. Ellos mismos. No saben lo que se pierden.
Unos cuantos amigos, cuando nos encaminamos a La Canal del Pájaro Negro, no vamos a escalar, vamos de peregrinaje.
Y seguimos:
Me apliqué al descenso de la clásica norte.Sorprendentemente, en el estío ha mejorado el trazado, es obvio, cada temporada más montañeros acceden a la cumbre por esta vía invernal. Apréciase la cuestión en los nuevos senderos que tallan en sus pedreros recortando las canales las botas que hollan esta vertiente hermosa y romántica donde algún amigo de los primeros años entregó su alma a la caliza eterna. Una foto a la labor. A buscar por el filo final las caidas del Fornu a un suspiro del Prau Capón de 2176m., la cimera de menor altura, de las que conforman la integral. Puerta de Arco se gana por una chimenea de tercer grado. Arranca al borde del filo ligeramente a la izquierda -Oeste- Es bastante evidente, superada la angostura hasta su cumbre hay algún paso aéreo por la crestería y en un cómodo descenso tenemos a tiro Los Castillines.
En el Primero, la clásica.
En el Segundo también.
Desde la torre del medio eché la vista al pasaje de la tercera. Lo vi bien, claro, conciso. Así todo, solicité una segunda opinión al estado mayor, una habitación intacta de mi cerebro, rodeada de dudas y conflictos, mientras tiraba la siguiente foto.
Y arranqué.El paso superior al tercer Castillín consiste en el flanqueo por un tramo de diez metros, algo roto, por el que se accede a un destrepe de unos treinta pies, desde la base de la chimenea que conforma el británico descenso, III-, se gana en fácil aunque expuesta travesía ascendente, segundo grado, la brecha que nos sumerge en el último largo de la San Claudio: El quid de la cuestión. Resistí la tentación de parar en la horcada, no me fuera a entrar el cangelo a última hora, y enfrente el pasaje de entrada. Es un muro vertical de unos tres metros y medio con una panza de burra (La burra grande) en su salida. La roca es puro esquisto para la mano izquierda dónde hay que traccionar en oposición para elevar los pies muy alto y sacar la mano derecha por encima de la barriga a una presa de dedos. La cagué. En contra de mis principios apliqué el índice al spit de salida- sacrilegio- y en dos movimientos sobre el pobre dedo me coloque en la placa de franca caliza. 6ª+ / IV ¡Qué alivio! Salí como una moto, no vi la vieja reunión, gire a la izquierda metro y medio y resolví la fisura IV/III+ de veinticuatro pies hasta los entrañables terceros, e hice una foto desde la cumbre, puro automatismo.
La Mieres-mentira- La Vía de los Mierenses. ¡A destrepar gallu! En honor a la verdad conozco cada recoveco del puñetero macizo ¡Pero Joder! …Desde el paso de marras me había dado tiempo a pensar. Mala señal. El camino de la cumbre al rapel de la Mieres no deja de ser un paseo -II/III- y discurrí demasiado. La cabeza me decía donde me iba a pegar una hostia- ahora con hache- pues no, culo atrás destrepe la primera placa de tercero y me metí en la fisurilla… ¡Chollu total!...Cada tres metros un pitón…Aunque no lleves nada siempre puedes meter el dedo mejor entrenado de un hombre de mi generación en el pitón adecuado, y aguantar al 112. La travesía ye fácil. Te deja en la primera reunión ancestral. El primer largo antiguo, abajo, tiene un quinto potente, pero, sinceramente, si salto, seguro que aterrizo bien- lo pensé con dos cojones-pero que salte María Santísima, mi rojiblanca Virgen de Covadonga … Me encaje en la fisura marcha atrás, empotré la mano derecha para descolgarme en el flanqueo a la izquierda y veo un spit, y otro , y otro…y otro. Juro que no utilicé de nuevo tamaña herramienta, el dedo del amor, a dos metros pegue un salto -como Mortaledo- Y a correr... Pasé por las Agujas Rojas (Rotas, debería ser su gracia ¡Voto a bríos!) en dirección a los Fontanes como una exhalación.
Pa mi casina. A mi vivac florido.
Del vivac al Meicín siete horas y media de vellón. Incluida media hora de palique telefónico con la costilla...
.....................................................................¡POBRE FIRMIN!
......................................................Alfredo Íñiguez..........2009
1 comentarios:
Si tenemos en cuenta que te prodigas a cuenta gotas. Merece la pena esperar.
Quizás la materia gris, pierde color, por eso un tiempo de recuperación es normal. Fredo, como siempre, MUY BUENO.
Un saludo.
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