UNA DE MIEDO
Andaba una mañana por los dominios de Ras: El parque de los Pericones en Gijón, un ejemplo de dinero público correctamente invertido. Insisto, invertido, no gastado.El caso es, que cuando ahítos ambos lebreles- como me gusta esta palabra- de hacernos mutuas perrerías nos tumbamos a esparcer en el prau.
De cuando en vez, la neurona que me queda, estima conveniente ir a pacer por su cuenta y riesgo, se largó a finales de los setenta. Recurrente excursión. Siempre me han gustado las cordadas trifásicas. Esta claro que si quieres máximo rendimiento dos van rápido y uno vuela, pero con tres patas haces un banco. De aquella, nos repartíamos las vías en bloques de largos y por riguroso sorteo, normalmente a la astilla corta. La primera vez que recorrí la Rabadá/Navarro al Picu el sorteo era: El primer tramo la Lastra Soldada, de la Cicatriz a Roca Solano y de la Plaza a cumbre. A Torres- del 112 Asturias- le tocó el tercer largo, je, je… Francis, cargó con nosotros en la salida y yo tuve el privilegio de tener que asomarme por la Cornisa del Entreacto al Abismo de Helm. A propósito, El Señor de los Anillos lo había subido a Urriellu Miguel Ángel Gallego, odiaba a Frodo Bolsón, quería a toda costa que se lo comiera un Orco. ............................La Rabada/Navarro al Picu
................................Rabadá/Navarro.Entrando a La Cicatriz
................................Rabadá/Navarro.Entrando a La Cicatriz
Aquel mismo año subimos a Ordesa: Francis, Jose el Maca- como escalaba este chaval- y el que suscribe. Hicimos la Franco/Española. Esta vía tiene dos partes muy diferenciadas separadas por una gran cornisa intermedia, la Plaza de Cataluña. Debido a esto y como nuestra intención era escalar más rutas, en esta ocasión rifamos solo dos tramos. A mí no me tocó ninguno, aunque no creáis que las tenía todas conmigo. Evidentemente habría de recuperar el material los cuatrocientos metros de vellón y de propina me había apuntado de primero la siguiente escalada, que iba a consistir en La Rabada/Navarro al Espolón del Gallinero, que dicho sea de paso, imponía más que respetoNos tomamos un día de descanso y enfilamos la pared, la verdad es que todo iba saliendo rodado, ya le teníamos cogido el punto a la roca y los largos, muy fisurados, permitían asegurar muy bien con los excéntricos. A pesar de ser tres, fuimos dando alcance a una cordada precedente.
Un par de largos bajo ellos, me di cuenta del porqué. En aquellos años, cuando como dice el capitán Ceci, se instauró la república en la Vega de Urriellu, convivían dos estilos de escalada. Nosotros, al ser muy jóvenes, nos habíamos adaptado muy bien a los cambios que consigo portaban los pies de gato y el libro de Meyer -inviértase el orden a discreción- pero a otras cordadas de más edad acostumbradas a escalar durante lustros al viejo estilo les costaba más, en pura lógica, hacer lo propio. ¡Ojo! Funcionaban recias cordadas que a la antigua usanza rendían al ciento diez por ciento y manejaban los cantos de las súper calcáreas- bota híper dura de moda a finales de los setenta- que daba gloria verlo. Más en el lote, entraba la maza, los clavos y quizás también el concepto de vivac para ciertas vías. Ya saben vuecencias, si llevas material de vivac, vivaquearás.El largo clave de la Rabada/Navarro al Gallinero es un techo a media pared a partir del cual la ruta se hace más llevadera. Sabía, que si no los alcanzaba antes del desplome habríamos de esperar, y quién sabe cuanto tiempo. Y así fue, según me aproximaba a la reunión, bajo aquel obstáculo, el primero de cuerda partía ya a encarar aquellos pasos.Al llegar a la reunión, su segundo, muy amable, me hizo un hueco. Unos tres metros a la derecha, un pitón, un universal, parece que me hizo un guiño y chapurreando medio francés- eran gabachos- le dí unos mercis y me largué a montar nuestro propio relevo.Triangulé un par de excéntricos y un bicoin y quedó una reunión más que apañada. Al terminar el montaje me quedé unos instantes observando la maniobra del primer pirineista.No me gustó nada.El largo de marras, consiste en un techo que se recorre de diestra a siniestra a lo largo de unos diez metros y a la vez, uno se aleja de la pared vertical hacia su canto para rebasarlo en su punto débil. El hombre había renunciado a intentar ningún paso en libre y había comenzado a pitonar. Para clavar lo menos posible, estaba utilizando la técnica de la doble cuerda, en cigüeña sobre los pedales y traccionando a muerte sobre los seguros, para así, sacarle el mayor partido posible a su envergadura. Este tramo del techo se compone de una serie de estratos paralelos a la pared donde los pitones van todos boca abajo. Por eso, en este caso y dado lo precario de la maniobra, es preferible ahorrarse cualquier tracción lateral añadida y limitar la carga al propio peso del paquete, usease, con el menda hay bastante, que diría un castizo, aunque ello implique darle a la maza un poco más. Les conté al Francis y al Jose lo que estaba observando y me dijeron -no se lo pensaron mucho, no- que estaban como Dios en la reunión de abajo.Fransuá, iba decímetro a decímetro ganándole la partida al largo y metiéndoles unos meneos a los pitones ¡Que pa qué! Uno, que es bastante tranquilo en pared, se estaba poniendo a punto de ansiolítico. Además, aquella ferralla, quedaba bastante lejos de entrar óptima, a pesar de los esfuerzos por colocar las piezas adecuadas por parte del arriesgado francés. Pobre de mí, miraba a la cascada… A los pinos, doscientos metros abajo, encima los colegas me pedían que les radiara el encuentro…Y lo que tenía que pasar, pasó, algo menos de un metro antes de la salida del techo. Sonó ping, con sordina. Y pluf… Clang… Blong…Toda la puñetera escala diatónica de una cremallera alpina. Al segundo pitón arrancado, el galo se dio la vuelta y entró en barrena cabeza abajo. Y para los teóricos que dicen que cuando uno cae, no grita: Metió un bocinazo en gabacho, en Si bemol, que aún me duelen los tímpanos. El tío se separaba de la pared y los seguros seguían saltando, vi a su compañero estrapallarse contra la reunión. Aseguraba con placa al arnés. De pronto, un pitón pareció detenerle, mentira… En ese momento os juro que pensé que se iba todo a tomar viento y lo que somos los humanos, fui consciente de que no estaba anclado a su reunión. Lo siguiente fue ver al pobre chaval blanco como un fiambre, pendulando en el vacío paralelo a la pared, con un periodo de unos diez metros y por detrás de ambas reuniones. En total, un chute de unos veintitantos…
El patio de mi casa es particular. Foto desde el techo. Eneko Pou
Cuando la cosa empezó a sosegarse, tenía los nudillos blancos de apretar las cuerdas de mi anclaje. Pensé en todo momento que después de aquel saque se iban a retirar. ¡Y un cuerno! La verdad, aquellos recios los tenían bien puestos, se intercambiaron la cabeza de la cordada y de nuevo embistieron la peña.
Techos de las vías Zaratrusta y Rabadá/Navarro Fotos CECI
Nosotros, ante las expectativas abiertas, pusimos pies en polvorosa y comenzamos a rapelar. La pared en esa primera parte tiene muchos flanqueos y tras el primer tramo hasta donde se encontraban mis compañeros, el descenso se hacía aplomado y fuera de vía. A unos cien metros del suelo se atascó una cuerda y no hubo manera de destrabarla. Sin maza y a cuarenta metros no quedaba más remedio que subir a por ella. Era una zona desplomada, casi inescalable, afortunadamente habíamos recuperado prácticamente todo el metraje y pude asegurarme al menos a una de ellas. Prepare unos prusik y comencé a ascender, colocaba lo que podía para asegurarme a la otra nueve milímetros. Trabajosamente llegué a un pequeño techo desde donde se apreciaba tres o cuatro metros arriba lo que había ocurrido: Nada, habíamos montado el rapel sobre un excéntrico de cable, simplemente y a unos cinco centímetros de pasar por el mismo, el extremo encintado se había atascado en una pequeña fisura. Era absolutamente increíble que los chicleos producidos al ascender por los nudos auto bloqueantes, no la hubiesen soltado. Con el día que llevaba a cuestas, decidí que ya estaba bien y en vez de seguir remontando a prusik le eché valor y salí en libre. En aquel momento, al descargar el peso, como una víbora, la cuerda se liberó sola, la faltó silbar. Quedó el extremo colgando de mi arnés a través del nudo blocante y gasté en aquellos tres metros la adrenalina de una década.Eso sí, acertamos, cuando tomamos tierra - Alá el Grande y el misericordioso- aquellos valientes aun se daban de leches en el techo.
¡Que suerte vivir esos días!
....................Alfredo Íñiguez. 2008
Cuando la cosa empezó a sosegarse, tenía los nudillos blancos de apretar las cuerdas de mi anclaje. Pensé en todo momento que después de aquel saque se iban a retirar. ¡Y un cuerno! La verdad, aquellos recios los tenían bien puestos, se intercambiaron la cabeza de la cordada y de nuevo embistieron la peña.
Techos de las vías Zaratrusta y Rabadá/Navarro Fotos CECI
Nosotros, ante las expectativas abiertas, pusimos pies en polvorosa y comenzamos a rapelar. La pared en esa primera parte tiene muchos flanqueos y tras el primer tramo hasta donde se encontraban mis compañeros, el descenso se hacía aplomado y fuera de vía. A unos cien metros del suelo se atascó una cuerda y no hubo manera de destrabarla. Sin maza y a cuarenta metros no quedaba más remedio que subir a por ella. Era una zona desplomada, casi inescalable, afortunadamente habíamos recuperado prácticamente todo el metraje y pude asegurarme al menos a una de ellas. Prepare unos prusik y comencé a ascender, colocaba lo que podía para asegurarme a la otra nueve milímetros. Trabajosamente llegué a un pequeño techo desde donde se apreciaba tres o cuatro metros arriba lo que había ocurrido: Nada, habíamos montado el rapel sobre un excéntrico de cable, simplemente y a unos cinco centímetros de pasar por el mismo, el extremo encintado se había atascado en una pequeña fisura. Era absolutamente increíble que los chicleos producidos al ascender por los nudos auto bloqueantes, no la hubiesen soltado. Con el día que llevaba a cuestas, decidí que ya estaba bien y en vez de seguir remontando a prusik le eché valor y salí en libre. En aquel momento, al descargar el peso, como una víbora, la cuerda se liberó sola, la faltó silbar. Quedó el extremo colgando de mi arnés a través del nudo blocante y gasté en aquellos tres metros la adrenalina de una década.Eso sí, acertamos, cuando tomamos tierra - Alá el Grande y el misericordioso- aquellos valientes aun se daban de leches en el techo.
¡Que suerte vivir esos días!
....................Alfredo Íñiguez. 2008
Etiquetas: Alpinismo, Literatura
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