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EL SICARIO
A mi amigo Mon
Sobrevolando la mina con mi viejo Windglider
Dicen que va baxo'l mar.
La mina de La Camocha,
dicen que va baxo'l mar,
y que a veces los mineros,
sienten les oles bramar…
La mina de la Camocha es a Gijón, lo que Gijón es a Asturias. Lo que mi tierra es a España, al que le joda España que se marche de una puta vez, y deje de tocar los cojones. Sabido es, que a perro flaco todo son pulgas, perogrullada sí, certera como la muerte, también.
Allá por los cincuenta unos cuantos productores formaron una comisión para defender sus intereses; destituyeron al abraza farolas, a la sazón, correveidile del Vertical de turno, y sustanciaron lo que más tarde se convirtió en un sindicato de clase: el famoso C.C.O.O. de un payaso de la tele. Corría el 57, se empezaba a comer…
Pero lo que forja la leyenda de una Mina es la pequeña historia. Los Picos de Europa están formados por los fiambres de una pandilla de bichitos con cascarones en el fondo del mar. Donde están las llaves, matarilerilerile…
Uno de los mineros que entró al tajo por aquellos años fue bautizado El Sicario por sus compañeros. No era picador, barrenista o artillero. Bajaba al pozu lo justo. Era el rey de las bombas.
En una explotación minera hay que achicar más agua que en un bergantín a la capa, me dicen mis fuentes picadoras que estando El Sicario al mando de la estación de bombeo jamás hubo que nadar en las galerías. Y no es moco de pavo subir al H2O ochocientos metros de vellón cuesta arriba.
Os podéis imaginar el cuarto de máquinas. La guarida del druida. Un ruido infernal de motores diésel, reguladores y bombas aspirando de los infiernos toneladas de agua, hora tras hora, galería por galería, un día sí, al otro también. El Sicario, tras años de trabajo, cegada la audición por aquellos decibelios diabólicos encontró la piedra filosofal de su oficio: Un despertador.
Un reloj de hojalata activado a cuerda de muelle con dos campanas, lo colgaba de un alambre siempre próximo a él, le decía la hora del engrase de un motor, cortaba una bomba en la galería tercera y prendía la octava, o llenaba el depósito de gasóleo que correspondiera. Funcionó. Siempre.
El casu ye, que nuestro amigo descansaba los sábados. Los viernes, recogía las fundas del mono, que como sabéis va dentro, y las guardaba en su bolsa para dárselas a lavar a la parienta. También, su más preciada herramienta, el despertador de marras.
Le gustaba achicar, normal, iba en el lote, sobremanera en su descanso bien merecido. Y en un chigre, allí donde entronca el gijonés barrio del Llano con el de Contrueces. Allí fue, un día de aquellos (sabemos más o menos la fecha porque la bolsa era roja, pintado el Naranjito, aquel engendro de mascota del nefasto mundial de España 82) donde El Sicario bombeó unos cuantos cacharros al coleto, y seguramente acompañado de otros amigos de parecido pelaje se dirigieron a continuar la frescacha a una capilla próxima.
El bolso, quedó abandonado en un rincón de la barra. Todo fue bien hasta que ya entrada la noche los clientes fueron abandonando el local y uno de los resistentes se percató y dijo:
-Oye nin ¿De quién coño ye esti bolsu?
-No sé… ¿Ye vuestru? Dijo el chigreru a una cuadrilla acodada en la barra.
-Miu nun ye. Dijo uno
-Miu tampoco. A coro, los demás.
Entraron en automático, fueron todos a ver la bolsa, y alguno oyó el tic, tac del cacharro.
-¡¡¡Caguenmimadre, esto ye una bomba!!!
-¡Callaooooh! ¿Ya tas borrachu…?
-No, no, coño, ye verdad… Y acercaron unos cuantos pares de orejas al Naranjito: Tic, tac, tic tac…
En menos de diez minutos se presentó un sargento de la Guardia Civil, el cuartel estaba al lado, aún lo está. El picoleto puso la oreya : Tic, tac, tic, tac…
-Todos fuera del bar, hay que acordonalu. Llama inmediatamente a los artificieros, ordenó a un número que le acompañaba.
Entre tanto, El Sicario había encontrado el equilibrio entre los cubalibres, y una bronca al regresar a los dominios de la Costilla, por lo que sabiamente plegó velas y se dirigió al hogar.
-¡Hostia, la bolsa! …Na, está en el “Sporting” se dijo.
Cuando con cierta escora nuestro héroe llegó al bar estaba acordonada la calle…
-¿Qué pasó? ¿Nun pueu entrar?
-No, no señor. Circule.
-Pero ye que deje una bolsa, hombre…
El sargento que estaba al lado, la brigada artificiera a punto de sacar el robot del camión, la cogió al vuelo.
- Oiga paisano ¿Cómo era la bolsa?
-Una roja, del mundial, que me la regaló un sobrín. Llevo adientro la ropa sucia de la mina.
El sargento llamó al jefe de artificieros y le puso al corriente. Entraron ambos al local con el Sicario.
-¡Esa ye! ¡Esta ye la mi bolsa!
-Pero oiga ¿Y un reloj que suena dentro? Inquirió el artificiero alucinado.
-Meca... ¿Ési? ... ¡¡¡Úsolu yo pa les mis bombes!!!
Alfredo Íñiguez 2010
1 comentarios:
Pero que muy bueno Fredo. Muy bueno, pedazo de cabrón.
La pena ye que te prodigues poco.
Un abrazo paisano.
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