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jueves, febrero 19, 2009

LA CANAL DEL PÁJARO NEGRO






................................La Aguja José del Prado, desde la Brecha Norte

Si por suerte habéis disfrutado en alguna ocasión de los paisajes dolomíticos, seguro que sin esfuerzo podríais mimetizar entre esas excelsas torres a nuestra Peña Santa. Desde la Horcada Baja de los Basares a la aguja del Corpus Christi, el par de kilómetros de caliza amurallada, con sus seiscientos metros de desnivel de su pared de levante, no desmerecerían del Catenaccio e incluso la mismísima Marmolada, la querría a su vera como dama de honor.



.............Cara Sur de Peña Santa.....En verde, la Canal...
Clicar sobre el enlace y de nuevo sobre la foto para máxima ampliación


Haciendo justicia a la imaginación transalpina, para definir el estilo defensivo de su futbolera selección, en nuestro Catenaccio, solo apreciaron los delanteros peñalaros de las primeras décadas del pasado siglo, un par de huecos para hacerle un gol a la Peña Santa: el Desagüe, la canal que paralela a la aguja José del Prado fragmenta la pared, y la propia Canal del Pájaro Negro, bautizada así, por haber encontrado en un par de ocasiones aves muertas, probablemente cuervos, en su parte inferior.
Hasta la revolución de los ochenta cuando se abre en 1981 por parte de los Asturianos: José Rodríguez Pereira, Miguel Rodríguez y Nacho Orviz el espléndido trazado del Rescate Emocional, La Canal; no hacía falta apellido, era la referencia máxima de la pared sur, por ende, de toda la Peña y casi con seguridad, tras la Rabada Navarro, la clásica más prestigiosa de los Picos de Europa.
.................Il CATINACCIO




No podemos olvidarnos de una de las circunstancias trágicas que rodearon a la vía y acrecentaron su fama más allá de los círculos alpinos.
Tras ochenta años de escaladas, la Peña Santa se cobra la primera víctima que no es otra que el excelente escalador leonés Hernán Llanos Balsas, Nani, que perece en la cumbre fulminado por un rayo después de haber surcado el Pájaro Negro junto a sus amigos José Luís González, Charli y Ángel Ledesma, Gelo. Era un gris atardecer del 29 de Agosto de 1974.


La mítica delantera peñalara estaba capitaneada por Enrique Herreros que acompañado de Roberto Cuñat, inician las tentativas de ascensión en el año 1933, no se tienen referencias fiables de este intento, es en la temporada siguiente y en esta ocasión es Ángel Tresaco quien relata para la revista Pyrenaica en 1952, la expedición que junto con Herreros les permite alcanzar la base de la “Losa”. Remontan la canal hasta la gruta de hielo, punto alcanzado el año anterior, desde la que y a través de un túnel de unos treinta metros ganan unas repisas bajo el “Pilar” al que bordean por su izquierda situándose bajo la “Losa”.Nuestros arietes, le han hecho “un túnel” a la Peña, pero son frenados bajo el peso de la “Losa” que aprecian de quinto y sexto grado.
Vuelve Herreros con Juan Mato y Silverio Ronda en el año del comienzo de nuestra guerra civil, el mal tiempo frena sus intentos a la Canal aunque consiguen la primera travesía E/O de la montaña.

En el año 1945, tras el abismo (que no paréntesis) de la guerra: José María Galilea, Baldomero Sol, Valeriano Ruiz Villar y el incombustible Herreros retoman el cerco al Pájaro Negro.
Baldomero Sol, brillante odontólogo tuvo en la plantilla de su clínica a un jovencísimo Félix Rodríguez de la Fuente, antes de que éste se decantara definitivamente por el naturalismo y la divulgación.
Cuenta Herreros refiriéndose a la expedición del 45, que es su séptimo intento a la vía por lo que debemos deducir que en tres ocasiones, probablemente entre 1941 y 1944 rondó las verticalidades de la Peña.
Durante estos días de julio que transcurren del 15 al 21, diversas vicisitudes, caídas de piedras, una retirada por la vertiente norte, afortunadamente sin consecuencias, y el hecho de no haber podido superar el escollo de la “losa”, precipitan la retirada de Herreros de la escalada de dificultad. Su propia pluma nos lo cuenta:
"Horcada del Frade, aquí nos detenemos y yo me despido, sentimentalmente, de mi actividad como escalador en el sexto grado..."






ENTRANDO EN LA LOSA. A la izquierda se aprecia el corredor de la canal. También se observan las repisas donde mueren los intentos de las cordadas de HERREROS.


(Foto Gallery climbing)

Gran montañero, magnífico personaje, brillante dibujante, verano tras verano acudía a sus montañas lebaniegas, sus valles de adopción, hasta su muerte, en 1977. Fue el inolvidable inspirador de este genial trazado en su montaña más querida, Peña Santa.



La losa, un muro de una caliza franca, compacta, extraordinariamente adherente, había frenado a las cordadas de Herreros durante una década y debería transcurrir otra más, hasta que en 1956, las “Locomotoras de los Picos” Ángel Landa y Pedro Udaondo, con el relato de Tresaco en el morral hacen su aparición.

Nueve milímetros, sesenta metros, cáñamo. Nueve pitones. Nueve mosquetones.

Instauran el “hombro” en dos largos, obviando el paso espeleológico del “túnel”, situándose bajo el “pilar” que solucionan en un largo de treinta metros (A2,VI), los primeros desplomados, catalogados hoy de 6A y sin posibilidades de pitonar tras los primeros cinco metros.

Recorren la “losa” en dos largos de quinto grado, retoman la canal tras un rapel y fuerzan la “chimenea” de VI grado. Probablemente, solo el cansancio acumulado junto con lo precario del material, les puede, bajo el desplome del “diedro/fisura”.
Inician un complejo descenso, como el propio Pedro matizaría después, “más complicado que haber seguido hacia la cumbre”

Transcurridos dos años, el 19 de Septiembre de 1958, vuelven los vascos a la carga. El equipo, sensiblemente mejorado, cuenta en esta ocasión con otra cuerda de 9 mm. ¡¡¡De nylon!!! Diecisiete clavijas y sus correspondientes mosquetones, dos mazas y con seguridad, para ser usados en el “diedro/fisura” (que resultará de VI grado) un taco de madera y un par de estribos, ambos de dos peldaños, completan los pertrechos de la cordada.

Recorren la ruta y hacen cumbre en cinco horas y cuarto, en un tiempo que en nuestros días sería normal, tirando a bueno. Imaginémoslo hace 50 años. La ruta es catalogada como extremadamente difícil inferior y de nuevo otra década va a transcurrir en soledad para el Pájaro Negro.

Hasta 1967, nadie consigue hacerse con la Canal y ha de ser el propio Udaondo quien en compañía de Ángel Benito y Juan Villa se apunte la primera repetición y como no hay dos sin tres, otros tres años después, en Octubre del setenta, se anota Pedro la tercera escalada absoluta, asistido en esta ocasión por los buenos alpinistas Estanislao Rubio y Jesús Ubieta.
Afortunadamente para el repetidor de la Walker, una cordada asturiana, Rafael Muñiz y Tomás Zarracina, rompe el maleficio el día de Covadonga de 1971 y a la vez confirman la estimación de la dificultad de la Canal.
Varios factores influyen claramente en esta notable ausencia de repeticiones durante el periodo que transcurre desde la apertura en el año 58 hasta la primera repetición no-Udaondo del 71.
Sin ningún género de dudas la dificultad intrínseca de la ascensión, incluido el esforzado y complejo acercamiento, recordemos que la propia cordada Landa/Udaondo accedía, en ocasiones a la pared, desde Caín.
Unas condiciones meteorológicas especialmente duras por aquellos años, que en concreto, hicieron abortar varios intentos de notables escaladores asturianos; no olvidemos tampoco que la orientación Sur de la pared complicaba y mucho (como ocurría en el Espolón de los Franceses) la apreciación de los cambios del tiempo desde el norte y el oeste, ésta era empírica, basada en la mera observación.
Y como no, el poderoso influjo que la clásica por antonomasia, la Rabada/Navarro, ejerció entre la élite del alpinismo de vanguardia de la época a partir de su apertura en el año 1962, desviando la atención y gran parte de los esfuerzos en dirección al Picu.
El resultado fue que en 1974, año del accidente de Nani, la Canal del Pájaro Negro tenía en su haber menos repeticiones que la Rabada/Navarro, algunos de sus pasos habían alcanzado la categoría de mitos y en pura lógica, se encontraba muy poco clavada. Para muchos era un “Coco” y con razón, nadie en su sano juicio, partía al Pájaro alegremente.

Mientras tanto el Maestro en compañía de otro personaje que no le iba a la zaga, el brillantísimo escalador asturiano Jaime Álvarez, flanqueados ambos por Félix Bonales, más joven pero no menos aguerrido, asedian la pared en busca de la primera invernal. Desde el primer día de invierno oficial, Diciembre de 1973, portean material a Vega Huerta. El mal tiempo les hace desistir. Vuelven a la carga el doce de Enero y de nuevo el temporal se abate sobre ellos. Durante ese corto periodo de tiempo son conscientes de que otras cordadas maniobran por la zona, persiguen el mismo objetivo.

Por fin el 22 de Enero de 1974 ascienden por enésima vez a la Vega, atacando la pared al día siguiente.
Los largos del corredor, hasta alcanzar el hombro se hacen incómodos, esas cinco tiradas, superan en más de un tramo los 55º de inclinación, retrasando el avance de la cordada.
Los dos largos del flanqueo del hombro hasta el pilar, se encuentran tapizados de verglas, nada que el oficio de estos hombres no pueda superar.
Más limpio se encuentra el largo del pilar y las dos tiradas de la losa, pero en estos tramos expuestos al aire, es el frío, el que se hace notar, entumeciendo los músculos y agarrotando los dedos. A medida que ganan altura, sobre sus cabezas empieza a desplazarse un frente, sube la temperatura, tanto es así que de nuevo en la canal, tras efectuar el rápel, comienza a circular bajo sus pies algo de agua. En la chimenea y el diedro/ fisura, es la pesada recuperación de los macutos, la que les retrasa. Con todo, en un esfuerzo de voluntad indomable a las siete y media de la tarde, logran establecer un vivac bajo la cresta cimera.
Pasan la noche sin mayor problema y a la mañana siguiente, unos minutos antes del mediodía, ganan la cumbre de la Peña.
El descenso lo efectúan por la canal Estrecha, a la brecha norte llega Jaime dolorido, un bloque que poco antes había desprendido la cuerda, le magulla un brazo y una pierna, aunque sin mayores consecuencias. En siete rapeles se sitúan en el jou Santu, son las tres y media de la tarde y comienza a nevar. Remontan la Forcadona y se dirigen a Vega Huerta.
Acopian los pertrechos del campamento y por la canal del Perro y el Frade descienden a Vegabaño. Notable, fue la nevada que precipitó aquella noche.

La segunda invernal al Pájaro Negro, la efectúan al año siguiente Constantino Álvarez, Pablo Lavilla, Anselmo Menéndez y Claudio Sánchez, Tito. Las condiciones del hielo, les obligan ha realizar dos vivacs, uno durante el ascenso, tras el rapel de la losa, bajo la chimenea de sexto y el otro en el descenso en plena canal Estrecha, los días dos y tres de febrero del año 1975.

Podemos concluir sin miedo a equivocarnos que al igual que Peña Santa reina en el Cornión, la Canal del Pájaro Negro, obra maestra de Ángel Landa y Pedro Udaondo, lo hizo a su vez y durante medio siglo en el reino de la dificultad técnica, en el gran macizo de poniente.
Primero en post de su consecución a través del inolvidable Herreros y más tarde y hasta el advenimiento de la goma cocida, por las cordadas que empeñando sus esfuerzos, se rindieron a su belleza y a su estilo de gran clásica alpina.





Siempre que surquemos su trazado, estaremos haciendo algo más que escalar, porque La Canal, cargada de historia, siempre será algo más que una vía.
Lo primero que sorprende al escalador, al menos por aquellos años donde las nevadas eran más copiosas, son los largos del corredor de la canal. Hoy en día para encontrar condiciones parecidas habría que efectuar la ruta en primavera. Estas tiradas, cinco con las cuerdas de la época, se efectuaban sobre nieve o hielo y solo hasta bien entrado el verano se accedía a la rimalla lateral. Era por tanto de los pocos trazados de picos donde se combinaba nieve y roca tan claramente, acercándonos de alguna manera a los soñados Alpes. Remontado el corredor, en dos largos se alcanzaba la base del Pilar a través del hombro, hoy con un largo a 60 m. de cuarto grado, solucionamos la misma maniobra. Del Pilar se salía con un par de pasos de estribos o en Aº, 6ª+, define actualmente ese paso que en una tirada de 30m escasos nos deposita en la losa, preciosa placa, cuya mayor dificultad es quinto. Justo donde esta se empina hasta desplomar, la cordada vuelve a la canal a través de un corto rapel y caminando unos metros por la misma, retoma la escalada por su muro lateral izquierdo para en una tirada alcanzar la que se denominaba chimenea de sexto.
Esta, tal parece que fue diseñada para el maestro Udaondo, los que seáis altos os daréis cuenta enseguida del porqué de esta apostilla.
Apenas podréis doblar las rodillas, actualmente está graduada de quinto a quinto+, imagino que en función de la envergadura del artista cotador.
Superada ésta (Ya veréis que resoplidos) se alcanza el que con seguridad es el largo más fuerte de la ruta, el diedro/fisura.
Retiene el largo su graduación original, 6ª en su paso de entrada, el diedro desplomado y quinto grado para la fisura que en cuarenta m. de escalada nos deposita ya, en terreno más cómodo, desde el que ganamos la cresta cimera sin dificultades reseñables.

LA CHIMENEA DE MARRAS a finales de los setenta (Quien pillara de nuevo los dieciseis años de esta foto)

Sobre el horario a emplear, cinco horas sería un buen tiempo. Un juego de empotradotes o friends, cintas y lazos. Doble cuerda a 60 m. Si no se anda cómodo en escalada alpina, calcular unas horas más.


Corredor de nieve, placas, desplomes, diedros, chimeneas....historia. Quizás un alpinismo que ya no se lleva o por lo menos para muchos, no está de moda. Ellos mismos. No saben lo que se pierden.
Unos cuantos amigos, cuando nos encaminamos a La Canal del Pájaro Negro, no vamos a escalar, vamos de peregrinaje.





............................... Alfredo Íñiguez 2006


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EL VUELO






Mi mujer, se niega a mirar, se da la vuelta. Una suave brisa del norte apenas silba entre mis oídos y el casco. Por el rabillo del ojo, veo a la gente alineada a lo largo de la cresta del anfiteatro. No los oigo. La vela, de once metros de envergadura ocupa toda la cumbre, cruje levemente . La brisa comienza a repicar, como las tandas de las olas en la Cantábrica.




Son las once, el sol calienta el jou Lluengu, la caliza brilla. Cortinillas de aire recalentado empiezan a titilar por Vallejo, las primeras térmicas rompen desde la hierba tostada de Pandébano. Cinco minutos, menos quizá. Repaso los frenos, un pequeño bulto en el centro de la vela: La Virgen de las Nieves, casi me río, vaya sudario. Chelo, sigue mirando a Horcados Rojos. La vela ondula, abro los brazos, escucho murmullos, muy lejos, asiento los pies. Otra ráfaga, más intensa. Ocho, diez por hora, aguanto, espero a la ola madre. Sube, por las chimeneas, suena como un oboe, re mayor, el aire se vuelve tibio, templado, caliente, un paso, tiro de las suspensiones, la vela cobra vida, empieza a elevarse, a mi espalda, tira para atrás como una endemoniada, otro paso, empujo con todo, cruje como hojaldre y sube... Sube, equilibrada, simétrica, magia, no pesa, no me arrastra, hoy no veré la Leiva. Tengo el paraguas encima, hundo los frenos hasta las rodillas , velocidad, el suelo se mueve rozándome las botas , un metro, dos, diez bajo los pies, de repente todo cobra vida, la gente grita, salta entusiasmada. El tiempo, se pone en marcha.. Las chimeneas de la norte se van abriendo, más y más, freno izquierdo a fondo, la máquina de volar gira, seguro que la ven majestuosa desde la cimera del Urriellu, rozo el espolón norte, las salidas de la Rabada/Navarro, miro a Rocasolano y hacia la laja España, muy temprano, para ver a nadie tan alto en la Tapia. Abajo, rodeando el refugio, motas de colores salpican la Vega.. Decido sobre la marcha, giro ahora muy despacio para conservar la altura y arrumbo al norte. Paralelo a los Albos, sobrevuelo el jou Lluengu, distingo el Llagu Rasu y en el fondo del jou, unas hormiguitas avanzan por la pedrera. La canal de Camburero, se ve como en el mapa...


De pronto, me acuerdo de un de chaval de quince años, una Semana Santa de aquellas…. hundido en nieve papa hasta la cintura, subiendo por Camburero, con el “único” objetivo de ver El Picu más de cerca., y de cuando aquel guaje, un año después, aún no se cree que está pisando su cima. y …….cuando bajo mis pies, discurre Valcosin, estoy llorando como una Magdalena. Cincuenta metros, cincuenta puñeteros metros más y hubiera sobrepasado Main. Me acerco a sus laderas en un vano intento de remontar y solo consigo unos cuantos meneos, producto del rotor que el viento norte genera a sotavento. Centro el ala sobre Bulnes y girando por encima de los Llanos del Torno, decido menguar el kilómetro de altura que tengo sobre el pueblo. A medida que pierdo altura, he de cerrar el giro sobre el puente Colines, en Bulnes se distingue una buena tertulia a la vera de casa Marcelino, grito, pero no me oyen. Tengo que buscar la toma, estoy en ello cuando una fuerte ráfaga que proviene, como no, de la canal del Tejo, me pliega media vela por la derecha; el reloj se para de nuevo; como puedo, salgo de la plegada para inmediatamente atender a la siguiente esta vez por la izquierda. Así, hasta media docena de veces. El aire, canalizado por el embudo del Tejo aumenta de fuerza, viento en cola giro una última vez a unos ciento cincuenta metros sobre Bulnes y lo encaro, es tan fuerte, que el parapente apenas penetra y comienza a descender con una fuerte componente vertical, me cuelgo materialmente en la silla y doy máxima velocidad. A la izquierda, por debajo del camino del Castillo, un paisano está segando bajo un tilo, apenas a treinta metros de prado, comienzo a derivar hacia el árbol, un par de largos de cuerda, pero no voy a llegar, soy como un paracaídas de campana a cámara lenta. Planeo un metro y desciendo cuatro, de súbito, el viento cae, la vela se encabrita y salgo disparado hacia el tilo, al mismo tiempo que me doy cuenta de la inclinación de la parcela. Aguanto como puedo la tentación de girar ¡Que pedazo de tilo!




El paisano, alucinado, levanta la cabeza y me ve aparecer de la nada, frenos a fondo y de repente todo se para, tomo tierra como si bajara el último peldaño de la escalera de casa, primero un pie, luego el otro. La copa del tilo a dos metros de la campana de la vela, suspendida en el aire, como mirándolo. El hombre está agarrado al "guadanu". No puedo evitar acordarme de Javier -El Moreno-, que hace unos días salió por pies, tras tomar en un prado Somedano, mientras el pastor gritaba ¡¡¡¡El diañu!!!! ¡¡¡¡El diañu!!!!. Eso sí, empuñando la "guiada".






- ¿De dónde sale usted?


-Del Picu.


-¿Lu ayudu?


-Gracies.




Recogimos la vela en cinco minutos.




-Jefe, le invito a una cerveza en casa Marcelino




Aquella mañana no hubo más siega.






.........................Alfredo Íñiguez 2006






Cierto, hasta la última coma. Constituye el primer salto en parapente desde la misma cumbre del Picu Urriellu en 1991.

Había subido conmigo Nardo-el mineru-excelente alpinista que había realizado las cuatro caras del Picu en el día junto con Nacho Orviz- con la intención de sacar unas fotos.
Se puso tan "nerviosu" que se olvidó de cargar el carrete en la reflex. ¡Manda güevos!






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